Autor invitado: Fran Moreno
Paso gran parte de mi tiempo libre recorriendo montañas y fotografiándolas; y la verdad es que no tengo una respuesta clara para explicar de dónde viene mi interés en la fotografía de montaña. “Avaricia” es la primera palabra que me viene a la cabeza tras pensar en “fotografía” y “montaña”. Sí, seguramente esa sea la razón; la avaricia de atrapar para siempre en imágenes los instantes efímeros de las luces de montaña.
web: www.saleina.com – twitter: @saleina1
Aventura en el Valle de Ansó, Pirineo Aragonés
El Petrechema, la Mesa de los Tres Reyes y el Sobarcal son nombres que empiezan a ser familiares en el momento que uno se plantea subir alguna montaña relevante del Valle de Ansó, en el Pirineo Aragonés.
La idea inicial era atractiva y sencilla, pasar unos días en el refugio de Linza y aprovechar para asomarnos a la vertiente francesa de Ansabere desde alguna de estas cumbres fronterizas españolas.
El primer día nos dio tiempo a subir al Petrechema y alucinar con la Gran Aguja de Ansabere viéndola muy de cerca.
Y poco más porque… ¡Sorpresa! A la bajada del Petrechema el parte meteorológico del refugio advierte de que en las próximas horas una borrasca pasará barriendo el Pirineo de Oeste a Este y va a complicar mucho la meteo. Con este panorama la única opción que nos queda es movernos al valle vecino de Hecho, hacia el Este, y así ganar un día y medio extra de meteo “aceptable” que nos permita hacer otra actividad más en la montaña.
El tema es que como no pensábamos ir a Hecho no teníamos plan B, pero esto se solucionó rápido telefoneando a un amigo “montañicas” que se conoce muy bien el Pirineo y que nos sugiere visitar el Ibón de Acherito.
Pernocta en el Ibón de Acherito
Y así es cómo surgió la idea de subir al Ibón de Acherito, por pura casualidad. Yo no conocía el Acherito pero pronto descubrimos que es una ruta de montaña conocida y asequible que conduce al ibón más occidental de los Pirineos, situado a 1870 metros de altitud.
Para llegar al punto de inicio de la ruta se coge la carretera que va desde Hecho en dirección a la Selva de Oza, hasta llegar al paraje de Guarrinza. A la izquierda hay una zona de aparcamiento donde se deja el coche y desde allí comienza la ruta a pie por un camino de tierra que va en dirección al refugio de la Mina. Muy cerca del refugio encontraremos la señalización del inicio de la ruta hacia Acherito. Desde ese punto hasta el ibón se salva un desnivel positivo de 640 metros caminando por una senda evidente y bien marcada que al principio va remontando el barranco de las Foyas.
Aproximadamente a unos 1580 mts de altitud hay que estar atentos para cruzar al otro margen del barranco y continuar la ascensión por senda marcada hasta encontrar la señalización del Ibón Acherito, a unos 1680 mts de altitud, que nos desvía hacia el Oeste, a nuestra izquierda si estamos subiendo. En ese punto hay que abandonar el sendero GR que estamos siguiendo y que conduce al Puerto del Palo.
Conforme ganamos altura las vistas empiezan a ser bastante interesantes y podemos ver montañas como el Castillo de Archer. Finalmente, nosotros llegamos al ibón después de tres horas de marcha cuesta arriba.
– “Cuesta arriba” y “¿Falta mucho?” son frases que me repito a mi mismo con frecuencia en las salidas a la montaña en las que cargo una mochila de 15 kgs. Me encantan je je – (Pensamiento en voz alta mientras escribo este texto). Bien, sigamos:
En realidad se puede subir en una hora menos pero íbamos con mochilas pesadas cargadas de material para hacer vivac y ropa de abrigo suficiente porque la previsión meteorológica advertía de viento y bastante frío a los casi 2000 metros de altitud que se encuentra el Acherito. Y como nos encanta la “fiesta” pues que mejor que añadir unos kilos más de equipo fotográfico para hacer unas foticos a las estrellas…- “Total, ya que subimos al ibón aprovechamos”. En fin, lo que yo decía: – “¿Falta mucho?”
A media tarde ya tenemos las tiendas montadas a pie de ibón y el frío empieza a ser importante teniendo en cuenta que estamos en Agosto.
Pasamos el rato alternando las fotografías del ibón con paseos para entrar en calor cuando ya no aguantamos más el frío.
La tarde – noche se va poniendo cada vez más fea y el cielo se cubre rápidamente de nubes grises al tiempo que el viento y el frío arrecian. Llega un momento en que todavía es de día y, asomado desde el interior de la tienda porque fuera ya no se puede estar, veo que la niebla cubre el ibón y la visibilidad es muy reducida. Este frío y esta niebla tambalean nuestras intenciones de fotografiar estrellas.
Y cae la noche…
Dentro de la tienda oigo el viento soplar. Se trata de un ruido familiar de anteriores salidas a la montaña en condiciones similares, un ulular ahogado que por momentos se oye más y luego menos. Y así todo el rato. Escucho cómo el viento agita con violencia alguna parte del exterior de la tienda, pero esta tienda es la caña y no se mueve un milímetro así que yo tranquilo que dentro del saco de pluma se está bien calentito. Ahí fuera hay montada una buena. Intento dormir, y me duermo.
Entreabro los ojos y escucho de nuevo el viento soplar. Fuera continúa montada una buena. De nuevo intento dormir, y me duermo otra vez.
Cuando entreabro los ojos por enésima vez no se el tiempo que ha pasado desde la última vez que me desperté pero ya no se escucha el viento.
– “¿Me asomo a ver si ha despejado?” “¿Habrá estrellas?”
Finalmente me decido a abrir la cremallera del saco e incorporarme para asomarme al exterior y ¡Sorpresa! – “No hay viento, hay estrellas”- pienso mientras miro hacia arriba asomado desde la tienda entreabierta, contemplando ese cielo con tantas estrellas que solo veo cuando estoy en el Pirineo. Salir ahí fuera con este frío es un acto de valor pero a esto hemos venido, a practicar la fotografía de montaña, así que empiezo a vestirme mecánicamente y a preparar el equipo fotográfico. Queda una hora y media para el amanecer y la idea es subir desde el ibón a las crestas circundantes para fotografiar la noche en la vertiente francesa. Mi compañero también está listo y emprendemos marcha en la oscuridad, a la luz del frontal y de la luna. El terreno no es complicado, se trata tan solo de ascender con cuidado durante unos veinte minutos hasta la cresta que bordea el ibón. Una vez arriba toca abrigarse más, plantar el trípode y comenzar a disfrutar de la fotografía y el momento.
No nos vamos a traer fotos increíbles de esta salida pero… ¡Qué demonios! Lo que de verdad importa es estar aquí viviendo las emociones del momento y el lugar. ¡Esto es la auténtica vida!, puro equilibro en cuerpo y espíritu.
Salir a las montañas para alcanzar sus cumbres y fotografiarlas es adictivo por lo que es importante no convertir el resultado final en una obsesión. ¡Bravo! si se alcanza el resultado que se busca pero no conseguirlo no debe convertirse en motivo de frustración porque nunca se vuelve a casa de vacío, siempre se regresa con aprendizajes útiles, los recuerdos y la experiencia de lo vivido.
Mientras hacemos fotos va pasando el tiempo y aguantamos hasta el amanecer. Hace frío pero sin el viento se puede aguantar bien. Y así es como nos llevamos un par de regalos más en la retina.
A propósito de todo lo anterior decía Gaston Rébuffat, el guía del jersey bonito:
“En nuestros días, pocas cosas siguen siendo como eran; ya no existe ni la noche ni el frío, ni el viento ni las estrellas. Todo se ha neutralizado. ¿Dónde está el ritmo de la vida? El hombre con prisa ignora la hierba de los caminos, su color, su olor, sus reflejos cuando el viento la acaricia.”
Gaston Rébuffat, Estrellas y borrascas. Editorial Desnivel
Ver track de la ruta al Ibón de Acherito en wikiloc >>